En la Ciudad de Buenos Aires más de 1.000 feministas se reunieron durante febrero en la Mutual Sentimiento del barrio de Chacarita. Cada viernes, desde las 17 e incluso hasta después de las 21 horas anunciadas como cierre, cientos y cientos de militantes debatieron cómo organizarse de cara al 8M. Sobre nuestra situación actual, sobre la modalidad del paro y las actividades para la jornada, sobre las consignas y las metas del movimiento, y sobre la elaboración de un único documento político para que al final de la movilización se potencie y rebalse sus propios límites. De estos encuentros surgieron, tal como hace referencia Agustina Paz Frontera en su completísima crónica (http://latfem.org/la-unidad-basica-feminista/), tres consignas generales cuya consideración resulta ineludible para todo análisis y activismo en torno a la desigualdad de géneros en nuestro país y sobre las cuales se buscará trazar una breve contextualización.

#NosParamos contra los femicidios y travesticidios, contra la violencia sexual y económica, contra el Estado represivo.

Durante el 2017 hubo un femicidio cada 30 horas. El Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación relevó 292 asesinatos cometidos por varones, caratulados como femicidios o muerte dudosa bajo sospecha de femicidio, contra mujeres cis y trans. Solamente en lo que va de este año fallecieron 15 mujeres trans en situaciones de violencia, vulnerabilidad y abandono, víctimas de enfermedades prevenibles y por falta de acceso a tratamientos de salud adecuados. Pese a la falta de datos oficiales, por el activismo trans sabemos que de mínima en estos dos meses se registraron los travesticidios de Lourdes Anahí Reynoso en Tucumán y de Adriana Boneto en Santa Fe. Sin embargo, las expectativas de que exista justicia se complican: desde hace más de dos años reclamamos justicia por el travesticidio de la compañera Diana Sacayán, asesinada en la Ciudad de Buenos Aires en octubre de 2015 y cuyo juicio recién comenzará a mediados de marzo. 
Contra la violencia sexual que sufrimos, por ejemplo, en la forma de acoso callejero un 93% de las argentinas -según un informe de la organización MuMaLá- y de la cual, encima, nos quieren responsabilizar a nosotras mismas. Un ejemplo de esto, indignante por donde se lo mire, lo dio Nicolás Repetto esta misma semana. Frente al caso que se conoció en la Ciudad de Buenos Aires de una joven abusada sexualmente en dos oportunidades en una misma noche, este conductor de noticiero –brutalmente irresponsable en su función social de comunicador– se preguntó al aire si “¿Es posible estar a la una de la mañana en un subte vestida sexy? ¿Es sensato si yo salgo a la noche a caminar por Palermo con un Rolex de oro?”. De esta forma evidenció sin vueltas la lógica de pensamiento patriarcal: equiparar nuestros cuerpos y nuestra libertad a un objeto sobre el cual se puede avanzar sin que importe nuestra autonomía, nuestra decisión, nuestro no es no. Pero bien sabemos que no nos callamos más y que el 2017 fue definido por Marina Mariasch (http://latfem.org/2017-ano-del-giro-denunciante/) como el año del giro denunciante, del estallido de las denuncias públicas por acoso y abuso, y de la puesta en jaque de la estructura de dominación masculina que pretende sostener que esos abusos suceden como si nada y con total impunidad. No más.
Paramos contra el Estado represivo que intensificó la alianza Cambiemos desde sus puestos de gobierno y que ejerce violencia de género en su modalidad institucional: Milagro Sala privada ilegalmente de su libertad desde hace más de dos años; las arbitrarias detenciones a manos de patotas de civil a militantes que realizaban pintadas en el barrio de Almagro convocando al pasado 8M; la cacería perpetrada por las fuerzas de seguridad -ejecutada por varones de civil- una vez terminada la movilización del año pasado y la posterior criminalización de las manifestantes; el procesamiento judicial lesbofóbico a Mariana Gómez, detenida y violentada por un oficial de la Policía de la Ciudad por estar besándose con su esposa Rocío Girat en la estación de Constitución, entre tantos otros casos de punitivismo que avala e incentiva este gobierno.

#NosParamos contra el ajuste, contra la reforma previsional y la reforma laboral

Somos conscientes de la violencia económica y patrimonial que nos afecta de diversas formas y que se acentuó fuertemente desde diciembre de 2015. Históricamente en este país las mujeres fuimos variable de ajuste de los programas neoliberales. La reducción de derechos sociales y económicos, la pérdida del poder adquisitivo y los despidos generan que buena parte de las tareas de cuidado que se habían logrado redistribuir vuelvan a recaer en nosotras. La última encuesta sobre el uso del tiempo en la Ciudad de Buenos Aires demostró que las mujeres con menos recursos económicos y de los barrios del sur de la ciudad, dedican más del doble de tiempo que las de mayores ingresos en tareas domésticas y de cuidado no remuneradas. En definitiva, las más pobres tienen una doble jornada laboral que suma más de 14 horas y no porque los varones de las familias de clase media y alta participen necesariamente más en estas tareas, sino porque sí tienen la posibilidad de contratar servicios que provee únicamente el mercado y de los que debería hacerse cargo el Estado porteño: doble escolaridad, geriátricos, jardines infantiles, licencias familiares más equitativas.  
En su discurso durante la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el presidente Macri dijo, entre otras cosas, estar preocupado por la brecha salarial de 30% entre varones y mujeres. Sin embargo, nombró Director de Igualdad de Oportunidades Laborales entre Varones y Mujeres a un varón -lo cual refuerza los privilegios de un grupo ya privilegiado-, y es responsable político directo de dos reformas que afectan seriamente a las mujeres en el ámbito de trabajo. En primer lugar, la reforma previsional. De reciente entrada en vigencia, la nueva fórmula establecida significó que el aumento de las jubilaciones y las asignaciones en marzo fuese sólo del 5,71% -contra un aumento del 14,5%, si se hubiese mantenido el cálculo previo. Tal como lo señaló la periodista Luciana Peker a quien más perjudica esta reforma es a las mujeres. Entre las principales razones, porque del total de jubilados/as un 62% son mujeres; porque elimina la posibilidad de ingresar a una moratoria para quienes no alcanzaran el mínimo de aportes (en el caso de tantas mujeres obviamente porque el trabajo doméstico sigue siendo de carácter no remunerado y muchas veces ni reconocido) y/o a quienes los empleadores no se los hubiesen depositado de la forma que correspondía (en el caso de tantas mujeres debido a los altísimos índices de informalidad que sufren) y, demuestran los números, esto nos afecta de manera directa: ya que el 86% de las personas que accedieron a la última moratoria previsional fueron mujeres; por último, porque 99% de quienes administran los beneficios de la también recortada Asignación Universal por Hijo, son mujeres.
En segundo lugar, la reforma laboral elaborada y motorizada por el Gobierno Nacional. Carente de toda perspectiva de género, como bien analiza la economista especializada Mercedes D’Alessandro (http://economiafeminita.com/una-reforma-laboral-que-amplifica-la-desigualdad-de-genero/), el proyecto de ley que presentaron para flexibilizar el mercado de trabajo y debilitar el poder de las organizaciones sindicales, agrava fuertemente la ya preocupante situación en la que nos encontramos las mujeres y el colectivo travesti. Los niveles de inserción laboral de las personas trans son casi nulos y sólo el 1% consigue un empleo formal; el nivel de desempleo de las mujeres en general supera el 10%, así como también se acentúan los números de la precarización laboral si se aplica el criterio de género; la brecha salarial según la cual las mujeres ganan en promedio un 27% menos que sus pares varones por iguales tareas, se amplía a una diferencia de 40% para quienes además están precarizadas. El proyecto del gobierno no sólo ignora estos alarmantes números, sino que también niega una cuestión central como la desigual posición que tenemos las mujeres en el mercado del trabajo, en tanto un 76% de nosotras se hace cargo de los trabajos domésticos no remunerados.

#NosParamos por el aborto legal, seguro y gratuito

Es una reivindicación fundamental del movimiento feminista porque exige el reconocimiento estatal de la soberanía política y la decisión autónoma de nosotras mismas sobre nuestros cuerpos. Hasta ahora, el Estado Nacional es responsable de que un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la despenalización del aborto en los casos de violación siga sin poder implementarse. Fue el mismo Mauricio Macri, que ahora se muestra tan abierto al debate, el que como jefe de gobierno porteño vetó la ley que reglamentaba la atención de los abortos no punibles y que -faltando gravemente sus deberes de funcionario- reveló públicamente los datos de un caso a realizarse en el hospital Ramos Mejía, lo que llevó a la presentación de un amparo por una organización antiabortista y al freno del derecho que esta mujer tenía garantizado. 
Hasta ahora, nuestras elecciones se dan en un marco de clandestinidad, que si no nos mata nos procesa penalmente y encarcela. Hasta ahora, las diferencias de nivel socio-económico y las distancias geográficas influyen de manera directa en nuestras posibilidades de seguir o no con vida: como describió Luciana Peker (https://www.pagina12.com.ar/97310-legal-libre-seguro-gratuito), según cifras oficiales una mujer en Formosa tiene ocho veces más chances de morir por complicaciones de aborto que una en Buenos Aires. Estar en contra de este derecho es estar a favor de los abortos clandestinos que siguen estando ahí, aunque la hipocresía social y política no los quiera ver.

Por estas razones, entre tantas otras, vamos el próximo 8 de marzo a un Paro Internacional de mujeres, trans, lesbianas y travestis. #NosParamos y nos unimos al grito global de que “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”. Unidas somos imparables.