* Por Juan Manuel Valdés

La Ciudad de Buenos Aires es el distrito más rico del país. En ella se concentra la quinta parte del ingreso nacional, con solo el 7,2 % de la población. De acuerdo a cualquier ranking internacional, la “Reina del Plata” se encuentra entre las 40 ciudades más ricas del planeta, según su producto bruto per cápita. Supera así a Madrid, Miami y Bruselas, entre otras.  De acuerdo al tamaño de su Estado, el Jefe de Gobierno dispone del doble de presupuesto que tiene la Provincia de Buenos Aires, o 19 veces lo que dispone la Intendenta de la Matanza por cada matancero. 

Con los datos expuestos es que resulta más que imperdonable que no pueda resolverse el inicio de clases en la Ciudad Autónoma. La propuesta de Rodríguez Larreta a los trabajadores de la educación fue del 12 % de aumento, diferido en dos cuotas del 6 % y sin revisión o “cláusula gatillo”. Mientras la “orientación” del gobierno nacional en materia inflacionaria es del 15 % y cualquier proyección realista para este año cree que superará el 20 % con creces, ¿puede tomarse la oferta de Larreta en serio? Un Estado con semejante masa de recursos no puede especular con pagarle a sus docentes menos que la inflación, mientras derrocha en otras áreas como publicidad oficial. Hoy la Ciudad siquiera se encuentra entre los 10 distritos con mejor salario docente del país. Si dejamos de lado la Patagonia, donde el costo de vida es incomparable, provincias como Córdoba, San Juan, Tucumán, Chaco o Santa Fe remuneran mejor la tarea docente que nosotros . Por citar un ejemplo, el salario bruto para un maestro de grado de 10 años de antigüedad es de $ 15.398,90 en CABA, mientras La Pampa o Córdoba pagan más de 20 mil pesos a un trabajador en la misma situación.

Sabemos que la discusión salarial no es la única que debemos darnos en materia educativa. Pero si no somos capaces de ponernos de acuerdo en este tema, ¿cómo esperamos resolver las 15 mil vacantes que todos los años faltan para los niños de nivel inicial? ¿Qué clase de estímulo le damos a los mejores alumnos de nuestro sistema para que desarrollen la vocación de transmitir sus conocimientos frente a un aula? ¿Podemos afrontar la “Secundaria del Futuro”, cuando el Gobierno de la Ciudad no garantiza los derechos consagrados el siglo pasado?

Sabemos que muchos porteños envían sus hijos a escuelas privadas para evitar la conflictividad de la pública. Pero una sociedad no puede basarse en inequidades para construir el futuro, si es que no quiere profundizarlas. Construir un proyecto alternativo de gestión de lo público sigue siendo una tarea irrenunciable para quienes vivimos en la Ciudad de Buenos Aires. Se requiere que los temas trascendentes se pongan sobre la mesa para que no sea en marzo la única ocasión del año que recordemos que tenemos un serio problema sin resolver.

* Dirigente de Unidad Porteña