Solo había una razón por la que Pablo Aimar se resistía a jugar en la Sub 17 para la que José Pekerman lo había citado a fines de 1994: en Río Cuarto vivía su familia y su mamá, Mary Giordano, a la que extrañaba con locura desde que se había instalado en Buenos Aires. Ese recuerdo (además del gol de Messi) fue el que lo emocionó hasta las lágrimas en el partido ante México, cuando se lo vio muy acongojado en el banco de suplentes.

Hace 28 años, cuando Pablo era “Pablito”, por edad y contextura física, fue justamente su mamá quien lo empujó a luchar por lo que quería. Aunque le doliera la distancia, ella quería que su hijo cumpliera el sueño de jugar en la Selección argentina después de descollar en el River de Ramón Díaz.

Por ese entonces, un nene del barrio Grandoli de Rosario lo idolatraba: se había enamorado de sus gambetas y de sus amagues. De sus finos movimientos en la cancha y de su carácter en el campo de juego. Lo imitaba. Ese nene era Lionel Messi, que varias veces describió a Aimar como su ídolo de la infancia.

Después del gol de Messi a México, la TV mostró cómo Pablo Aimar se desarmó, cómo no podía dejar de llorar ni apaciguar a su pecho que subía y bajaba angustiado. Lloró por su mamá, lloró por su papá, lloró por los nervios, lloró por el desahogo, lloró por el amor que le tiene a la Selección, que es parte de su vida desde su adolescencia.

Antes del Mundial 2018, Pablo Aimar ya estaba trabajando en las juveniles de la AFA. La formación es algo que disfruta tanto como decir la palabra justa en el momento justo. Por eso, cuando Claudio Chiqui Tapia lo pensó como una dupla junto con Lionel Scaloni, quien se desenganchaba del cuerpo técnico liderado entonces por Jorge Sampaoli y Sebastián Becaccece, el cordobés de a poco se fue corriendo. Entendía que su aporte estaba en otro lado.

Sin embargo, Scaloni lo convenció de que fuese parte. Y las piezas se fueron juntando casi con una misma matriz: la pertenencia a la Selección. Scaloni, Aimar y Walter Samuel, fueron campeones del mundo Sub 20 en Malasia 1997. En aquel equipo también estaban Diego Placente (hoy DT de la Sub 15) y Bernardo Romeo (coordinador general de las juveniles). Y Roberto Ayala, unos años mayor, fue un referente de todos ellos como capitán de la Selección argentina.

Cada uno cumple un rol importante y el de Aimar tiene mucho que ver con el juego asociado pero, principalmente, por la templanza para manejarse y resolver situaciones límites siempre jugando. Por eso llamó mucho más la atención que se quebrara en el medio del partido contra los mexicanos. Pero el sensibilizarse tanto y no poder controlarlo también muestra de qué madera está hecho y por qué para los futbolistas su presencia es tan importante.

Pablo Aimar: detalles de su amor por la Selección

En los escasos contactos que tiene con el mundo mediático, Aimar siempre pone en relieve la importancia que representa “pertenecer” a la Selección, en cualquiera de sus categorías, y lo que significa para un futbolista entrar al predio de Ezeiza al que el propio cordobés pisó durante casi toda su carrera.

“Hay que valorar todo lo que significa ser un jugador de Selección. Hasta el detalle de la ropa que te dan en Ezeiza, que a vos te la dan gratis mientras hay miles de familias que la compran hasta en 24 cuotas para que sus hijos la tengan”, reflexionó alguna vez el ex mediapunta en una entrevista después de ganar un torneo con un seleccionado juvenil.

Tweet de Mariano González

Fuente: TN.com.ar