El gremio docente se encuentra en plena negociación paritaria. Los trabajadores presionan a sus dirigencias para que no permitan que el aumento salarial se convierta en una burla y para que, además, logren mejorar las condiciones de las jornadas y luchen porque no se cierren escuelas.

El reclamo es firme, como firme es el discurso de mandatarios provinciales. “No me voy a dejar extorsionar, el debate debe ser con los chicos en las aulas”, repitió varias veces María Eugenia Vidal, gobernadora bonaerense, cuando le preguntan por los paros docentes. La paradoja es que mientras repiten esa frase como un mantra, cierran escuelas (y hospitales, también).

Los docentes quedan en manos de los sindicalistas que tienen el reconocimiento legal para firmar el acuerdo paritario. Y muchas veces termina siendo algo que los defrauda.

En Córdoba, donde el macrismo ganó las presidenciales con el 74%, la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) aceptó, en un plenario de delegados reunidos en asamblea, la propuesta salarial del Gobierno de la Provincia: 15% de aumento con cláusula gatillo (en caso de que la inflación supere ese porcentaje).

Sin embargo, los maestros cordobeses deben enfrentar urgencias particulares: Giacomo Ponta, con sus 59 años, cumple con la travesía de llegar a lo más alto de las Sierras para poder enseñar en una escuela rural.

La historia es impactante y lo hace por amor, por vocación, por los pibes del campo que necesitan -al menos- aprender a leer y escribir.

"Es un camino que tiene sus riesgos cuando las condiciones climáticas son desfavorables, sobre todo si llueve porque la mula o el caballo puede patinarse", cuenta Giacomo, en diálogo con La Nación.

Son unas cinco horas de recorrido en esas condiciones y el maestro sostiene que lo hace "porque estoy enamorado de mis alumnos, porque los quiero un montón. Estoy convencido de que la educación es clave para que cada ser humano pueda ser verdaderamente libre y espero que lo que hacemos aporte a la libertad de estos chicos".

"Enseñamos al aire libre o en las casas de las familias, no tenemos un espacio físico. Nuestra aula es el entorno, la naturaleza, y nuestros tiempos de clase son aquellos en los que estamos lúcidos para aprender".

Sin escuela, sin una casa con luz, con todas las limitaciones, sin paritarias a la altura de las circunstancias y con muchas presiones de todos lados, Giacomo es uno de esos docentes que no se rinden y apuestan a construir un mundo mejor.