Mercedes Frassia tiene 66 años y es una arquitecta apasionada por el baile, observa orgullosa el movimiento. Hoy está fuerte pero tuvo que pasar por lo peor: su hijo Santiago murió porque la droga le ganó todas las batallas.

Ella lo recuerda con lágrimas en los ojos y explica que la única forma que encontró para seguir adelante fue convertir la casa de su hijo en la casa de todos. La pintó, la puso linda y abrió las puertas a los chicos del barrio para que bailen, canten, pinten y compartan actividades con sus familias. La idea, su idea, es que el amor le gane a la marginalidad en la que caen por culpa de la pobreza, violencia y desamparo.

Mercedes abrió la fundación CasaSan, una joven organización que nació en marzo del año pasado, apenas tres meses después de la muerte de su hijo menor. "Yo digo que ahora es la casa donde los pibes de La Boca bailan la vida", cuenta la mujer en diálogo con La Nación.

CasaSan abre lunes a viernes, de 17 a 20. Hay más de 200 niños y adolescentes que asisten a clases de candombe, folklore, rap, inglés, zumba, yoga, kung fu, skate, tejido de crochet. Además, mediante acuerdos con otras organizaciones, se dictan cursos de oficios y capacitación laboral.

El espacio cuenta con una ayuda del gobierno pero lo cierto es que esta iniciativa de una madre dolida por la muerte de su hijo es una curita para un país sangrando: los narcos tienen vía libre para arreglar sus asuntos a los tiros, y es por ello que años atrás un nene como Kevin murió de un balazo en la Villa Zabaleta; los gendarmes que deberían estar cuidando las fronteras para evitar el ingreso de drogas están más concentrados en reprimir a trabajadores que reclaman ante el ajuste; y las políticas contra los delitos federales y complejos son casi nulas. Una de las primeras acciones que realizó el macrismo cuando llegó a la Casa Rosada fue declarar la emergencia en adicciones pero muchas veces toda mejora queda en manos de mujeres como Mercedes.