La decencia de los que se organizaron revolviendo basura

Después de la escandalosa editorial del diario La Nación sobre el eufemismo de maternidad de niñas violadas, repudiado hasta por organismos de derechos humanos a nivel internacional, otra editorial del diario Clarín volvió a despertar un rechazo generalizado. Un artículo de opinión en el que un periodista afirma que vio una persona revolver basura—el dato sin dudas es el crecimiento de las personas revolviendo basura— le despierta cierta simpatía. Una romantización de la pobreza, como si revolver basura estuviera de moda. Pero lo que al periodista de Clarin le impacta, no solo es una realidad que crece producto de la crisis económica, sino que revolver basura se convirtió hace muchos años en un trabajo organizado y remunerado. Seguramente no lo sepa, porque los invisibilizados del sistema también lo son de los medios hegemónicos, pero muchos de los que revuelven basura, los mismos que él vio, son parte de un sistema laboral que después de mucha lucha y persistencia, lograron formarse en cooperativistas, tener un salario digno y un sindicato que los representa. La mayoría de los que revuelven basura, los cartoneros, que se calcula solo en la ciudad de Buenos Aires son alrededor de 10 mil y que cada vez son más, lograron convertir la necesidad en un trabajo.

La Pelu y Marcelo trabajan en  Amanecer de los Cartoneros, la cooperativa cartonera más grande de Sudamérica con más de 3500 asociados y forma parte del Movimiento de Trabajadores Excluídos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). La Pelu y Marcelo trabajan en la planta de reciclaje que está ubicada en Parque Patricios, en la que comparten la tarea con otros 200 compañeros. Sumado a ellos están los 800 cartoneros que van diariamente a buscar material para llevarlo a la planta que luego se procesa y se revende a la industria como materia prima. 

Si bien la cooperativa existe formalmente desde el 2007, la lucha de los cartoneros por organizarse y dejar de hacer individualmente el trabajo empezó durante la crisis del 2001.

La Pelu vive en Villa Fiorito, Lomas de Zamora, el “corazón cartonero”, según a ella le gusta decir. “De ahí empezamos casi todos”. Su historia, como la de tantos, se remonta a finales de los 90, cuando a su marido, que trabajaba en una curtiembre, lo echaron tras quedarse ciego por un glaucoma. La Pelu siempre se ocupó de su casa y de sus hijos respaldada por el salario de su marido, pero cuando perdió la vista y en el trabajo no lo contuvieron hubo que salir a cartonear.  “Me acuerdo que iba a Lanús caminando con mis hijos y  con un carro porque no tenía con quién dejarlos. Antes no había camiones y micros porque no había organización. Cuando empecé a venir a capital, a la zona del zoológico, teníamos que pagarle a algún micro o camión para que nos trajera. Entonces era muy poco lo que ganabas porque además había una coima que había que darle a la policía sino te retenían la mercadería. Entonces era supervivencia pura”, cuenta, la ahora miembro de la comisión directiva de la cooperativa. 

La existencia de los cartoneros no data desde los 90, siempre existieron, sobre todo en los barrios: “Siempre había gente con sus carros, a caballo. El comercio del cartón siempre existió”. Pero en esos años la crisis económica, política y social revolver basura para comercializar el cartón fue una salida rápida para quienes necesitaban el mango diario para comer. “Era plata en el momento”, recuerda.

Marcelo también es de Fiorito. Toda su vida trabajó de chofer en el Casino de Puerto Madero. Estaba acostumbrado a estar de traje, en un buen auto, llevando a artistas, cantantes, actores, futbolistas. Pese a que vivía en Villa Fiorito veía a los cartoneros por la ventana de su auto. Pero en 2001 también lo echaron de su trabajo y literalmente no tenía para comer. Algunos de sus amigos que también habían perdido el trabajo le dijeron que juntando cartón se conseguía plata en el momento. La escalada del dólar disparó el precio del papel, por lo que revolver basura en busca de material reciclable era rentable. “Buscar laburo era difícil. Entre que no había y que hasta que te contrataban y empezabas a cobrar podías tardar un mes, con el cartón sabías que juntabas, lo llevabas y te pagaban en el momento”.

En los últimos meses, tres veces por día, se acercan a la planta de Parque Patricios para preguntar si pueden trabajar ahí. “Hay un 20 por ciento más de cartoneros en la ciudad en el último año”, asegura Marcelo. Victoria, una de las militantes y referentes del MTE, explica que ya no sólo se acerca gente en situación de calle “mucha clase media viene a traer currículum para trabajar en la planta, en espacios administrativos. La verdad es que nuestro problema y lo que venimos exigiendo es que se abran más vacantes para los recicladores. Actualmente hay alrededor de 5000 entre todos los cooperativistas y después hay otra mitad que aún no está dentro del sistema”.

Por eso, lo que a algunos les parece pintoresco o apasionante, para otros es un trabajo diario, una lucha cotidiana y sobre todo, colectiva.