Comienzos en la política de la mano de Carlos Grosso, militancia kirchnerista junto al hoy presidiario Juan Pablo Schiavi (secretario de Transporte cuando ocurrió la Tragedia de Once), vínculos con el vendedor de licencias de taxis truchas “El Comandante” Rodríguez. Más acá en el tiempo, empresas que son “apretadas” para ceder sus contratos de obra pública a otras, que obviamente cuentan con su beneplácito. En las últimas elecciones a jefe de Gobierno porteño, reparto de colchones y hasta de sobres que adentro tendrían billetes de curso legal (plata, efectivo, tarasca, bishusha).

Gabriel Salas es, según la versión que se escuche, las cloacas del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, un mal necesario, resabio del punterismo peronista en el Sur de la Ciudad, militante histórico, un político que exhibe un nivel de vida superior al de sus ingresos declarados. Quizás todo eso junto, pero con una característica que lo hace diferente en el panorama político del oficialismo porteño: sus apoyos están claros, sus enemigos ocultos.

Carlos Grosso: “pegate a Diego”

La llegada de Salas a la política, de la mano de Carlos Grosso, ya no es ningún misterio. El hecho que el ex jefe comunal peronista, echado por corrupto, sea uno de los asesores predilectos de Horacio Rodríguez Larreta, tampoco. La generosa pauta oficial del gobierno de la Ciudad en medios tradicionales alcanza para ocultar o soslayar estos fenómenos, que ni siquiera se preocupan en desmentir.

Sin embargo, esta cobertura, que parece alcanzar frente al público masivo, no alcanza para tapar las grietas internas que generan personajes de este tipo. Su apoyo es claro: la “rama peronista” del PRO. Con tres nombres propios: Carlos Grosso, Diego Santilli, el vicejefe de Gobierno, y el estratégico ministro de Gobierno, Bruno Screnci Silva. “Pegate a Diego (Santilli)”, fue la frase de Carlos Grosso a su ahijado político, quien la cumplió al pie de la letra. El número 2 de la administración porteña lo protege y promueve, aunque le lluevan balazos desde otros sectores. Sin embargo, hay dos factores sobreestimados: la influencia de Salas en el sur porteño, y su vínculo con Santilli. 

Con respecto a esto último, si bien “El Colorado” tiene vínculo con Salas y Grosso, sería mayor la influencia de Screnci, un político al cual sus interlocutores definen como alguien que “de tres palabras que hablas, dos son de negocios”. El mayor vínculo de Grosso con el gobierno porteño es “Bruno”, como lo llaman quienes lo conocen, y no “Diego”.

Por otra parte, Salas sobrevendió su trabajo en la remontada que hizo Juntos por el Cambio en la elección porteña entre las PASO y las definitivas. En la Comuna 8 (Lugano, Villa Riachuelo y Soldati), de la cual es originario y donde él vive, el resultado de las primarias fue catastrófico: la diferencia a favor de Matías Lammens sobre Horacio Rodríguez Larreta fue 45,8 a 30,2%. Mientras que en las definitivas se achicó a 10 puntos: 50% a 40%.

Por otra parte, en la Comuna 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya), el Frente de Todos triunfó por 5 puntos en las PASO: 40,4% a 35,4%. Mientras que en las definitivas quedó apenas a 150 votos (escasas décimas) por encima. Casi un triunfo para Juntos por el Cambio, que en definitiva cumplió el objetivo: Horacio Rodríguez Larreta ganó en primera vuelta, en gran parte por su remontada en la Zona Sur.

Para ello, Salas vende que su trabajo fue clave, y que incluye imágenes que rápidamente harían perder votos en otros sectores si se difundieran: camiones bajando colchones, electrodomésticos y sobres para los habitantes pobres de Soldati, Lugano y otros barrios. Según algunos conocedores del sur porteño, la influencia de Salas no habría sido tan importante como la de Carlos Pedrini, viceministro de Desarrollo Social de la presidencia de Mauricio Macri.

“El único vínculo real que tiene Diego (Santilli) con el Sur es el de sus esposas. Nancy Pazos se crió en Soldati y Analia Maiorana en Pompeya. El resto es leyenda, que por ahora Horacio compra”, apunta un viejo y experimentado puntero del PRO en Villa Soldati. “Por ejemplo, Christian Ritondo tiene más influencia real y conocimiento del terreno, por haberse criado en Mataderos”, agregó. “Por eso Diego paga por Salas más de lo que realmente vale”, agregó. 

Enemigos internos

Este es el capítulo más difícil de desentrañar en el caso Salas. Tres fuentes consultadas escucharon decirle a un importante funcionario, larretista puro, que “es la vieja política, la corrupción del punterismo, lo que vine a cambiar”. Los mismos informantes se preguntan cómo terminó trabajando con María Migliore, actual ministra de Desarrollo Humano y Hábitat, que viene de ser gerente general del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC).

Los enemigos de Salas, hasta ahora ocultos, son los que habrían logrado que lo desplacen de la Unidad de Gestión e Intervención Social (UGIS), la gran caja de la obra pública porteña. Sin embargo, están desilusionados porque eso no impidió que las empresas vinculadas a Salas sigan ganando contratos, algunos inclusive sin licitación alguna. Salas dejó la UGIS, pero dejó manejándola a quien todos califican de “empleado” suyo: Martín Gospedini.

Los anti-Salas tienen identificadas sus “áreas de negocios”, que van más allá de la obra pública en villa. El día que “bajen” a alguna de sus empresas favoritas, habrán comenzado a cercarlo. Por ahora, ello no está ocurriendo.