Una de las principales banderas que se levantan hoy, en el Día Internacional de la Mujer, será la verde que pide por un aborto legal. Días atrás el “pañuelazo” fue noticia por sí mismo y la militancia incansable de las mujeres, junto a un estallido mediático del tema en redes sociales y la televisión, forzó a que el presidente Mauricio Macri habilitara el debate de un proyecto de ley que podría despenalizar o legalizar la práctica.
 

Con 71 firmas en la Cámara de Diputados se comenzó formalmente la discusión de un proyecto que lleva años. Pero para comprender mejor las posiciones y los votos hay que conocer una diferencia clave en terminología.


La despenalización elimina el carácter penal: si encontraran a una mujer realizándose un aborto (o detectaran que lo hizo), en lugar de imputarla por un delito sería “perdonada”. Pero en este caso, el aborto continuaría siendo clandestino, salvo en casos no-punibles por una violación o necesidad médica.

En cambio, la legalización implica un compromiso del Estado: el sistema de salud pública debiera garantizar que las mujeres puedan abortar en hospitales, de manera segura y gratuita u optar por la misma práctica en una clínica privada.

Una despenalización estaría en línea de sectores conservadores y religiosos. De hecho, el Papa habló del aborto como un “pecado muy grave” al cual se debe “extender la misericordia”. Lo hizo dos años atrás y su bajada de línea sería una opción para quienes hoy están en contra.