Mito caído y menor: el fin de que los gobiernos no soportan 3 tapas de Clarín. El declive del papel, la banda ancha y la batalla cultural erosionaron simultáneamente (aunque con distinta suerte) el poder de fuego de un diario con poder pero ya sin tapa. Clarín destapado. Cambios en las audiencias, como escribió el muy citado Martín Becerra: “las audiencias continúan su migración hacia otras pantallas o propuestas. La fuga, más lenta de lo que se vaticinó, desplaza a los usuarios y consumidores desde lógicas programadas y editadas (radio, tv, diarios y revistas) hacia ofertas desprogramadas que disuelven el control que otrora ejercían los medios en toda la cadena productiva de los contenidos masivos.” Ese hormiguero pateado no es sólo una buena noticia. Es algo más que el tiempo dirá. ¿A quién le importa la tapa de un diario hoy? Página 12 también hizo de sus tapas un “estilo”, una contraseña. La tapa del indulto. Hay un servicio que da Clarín: un buscador con la tapa del diario del día en que naciste. 

Repaso archivos. Viaje en el tiempo, Alfonsín presidente en la ciudad de Córdoba junto al gobernador Angeloz cierra un acto colmado de juventud. 1984. La Juventud Radical olía a sandinismo, preámbulo de la Constitución y trova cubana. Comprometer un pueblo para la paz, era la consigna. Alfonsín pone la agenda en el fondo y en la forma. Cuando las multitudes putean a los militares Alfonsín los reta. Se desencaja un poco. Dice que los países civilizados tienen militares pero subordinados al orden civil. Es un profesor de Instrucción Cívica retando a unos alumnos que lo aman. El archivo refleja la cantidad de equilibrios simultáneos que hacía Alfonsín como presidente, y como un político que también quiso por esos días que “a su izquierda, la pared”. Esa pieza se llama en Youtube “Alfonsín y Angeloz a la espera de la consulta, 1984”. Alfonsín explica obsesivamente los significados de votar por el Sí en el plebiscito por el Beagle y habla de las madres: las madres chilenas, las madres argentinas. La figura de las “madres”, de nuevas madres de hijos sacrificados en una guerra, está en el aire. Es una apelación eficaz al corazón de la transición. Alfonsín no se entendió con las Madres de Plaza de Mayo pero entendía el signo de los tiempos: la tensión sorda entre quienes habían sufrido las pérdidas del terrorismo de Estado y reclamaban justicia y las de una sociedad deseosa de que el “Nunca más” se proyectara por generaciones (a riesgo quizás de ceder en el otro deseo de justicia para salvar la democracia). Estamos hablando de este Alfonsín que el kirchnerismo luego abrazó y pulió, pero que en este video muestra exactamente ese rostro de audacia política. ¿Lo recuerdan? Camino poco explorado el de los plebiscitos. Lo cierto: una imagen de esa democracia de los partidos naciente, pero también una democracia de la sociedad argentina porosa y los infinitos intercambios entre política y sociedad. No se trata de reivindicar en “abstracto” la figura del partido. Luego, tal vez se diría: los partidos fueron burocracias dedicadas al trabajo “fino” de educar y disciplinar esa sociedad. Historia conocida. Pese a los amigos politólogos: también el cuerpo de los partidos terminó en el suelo machucado de las plazas de 2001. El peronismo sobrevivió por liderazgos que se fueron entroncando, esa también es una historia conocida. Pero un principio democrático: los partidos pertenecen a sus afiliados. Hoy, ahora, la intervención judicial articulada en la conveniencia férrea del equilibrio que busca el gobierno para ganar las elecciones (partir el peronismo) ya acumuló el rechazo hasta de sus propios beneficiarios. La inconsistencia por inmoralidad de quienes llevaron adelante este asalto a Matheu logra caer en su propio vacío: la intervención judicial del Partido Justicialista carece de toda legitimidad. Carlos Acuña, el sindicalista que hizo la “presentación” sobre el “desvarío” partidario, que fue la que ameritó la intervención de la vieja conocida jueza, llegó a ser diputado por otro partido, si se quiere, filo peronista, años atrás (el FR). El peronismo nunca fue el enamorado del muro partidario (¿qué político peronista relevante en nombre del movimiento no se “cagó” en el partido, empezando por el propio Perón?), pero es el dueño de su destino y de sus instrumentos. ¿Quién está detrás de esto? Pero más aún: ¿qué hay detrás de esto? En modo rabino Bergman: “No quieren ordenar al partido peronista, quieren al peronismo partido”. Y de eso se trata esta triste operación de propios y extraños que a esta hora se debería caer sola por su propio patetismo.