Un politólogo de cabecera contempló desde el inicio del gobierno de Cambiemos el riesgo honestista: “se puede destruir el sistema político”. Pero este incipiente lava jato criollo parece guiado a veces por movimientos calculados y a veces parece tener la forma de un descontrol en el que se superponen demasiadas cosas a la vez. El hilo de una observación distante puede tener la forma de esta pregunta sobre las “intenciones” de esta “ola higiénica”: si no hay economía, ¿que no haya política tampoco?

Lo que el Lava jato descubrió en Brasil fue el sistema de recaudación de los partidos, un circuito transversal que manchó a todos y que puso entre las rejas o contra las cuerdas a los hombres más poderosos de la economía también. Y tiñó un clima político oscuro que se llevó puesta la (mala) segunda presidencia de Dilma Rousseff, que paradójicamente es una figura política moralmente ejemplar.  

Y Moro no es Bonadío. Moro es aplaudido de pie en un recital de rock, aún en un país donde Lula (injustamente preso) es el candidato que más “mide”, con una popularidad bien ganada y una trayectoria a esta altura mítica. Bonadío oscila entre el desconocimiento masivo, las amistades vidriosas y el desprecio de la militancia que ve afectada la suerte judicial de sus representantes. Se repite el comentario de que “a Bonadío no lo controla nadie”. Como todo juez federal, tiene un tejido de amistades poderosas y una audacia vikinga en la frontera de la ley. Es, diríamos hoy, el oficialista más valiente. No tiene la cara de niño-yo-no-fui de Marcos Peña ni las grafías “jocosas” de Durán Barba sino el rostro oscuro del que lo vio todo y no tiene mucho que perder. 

Los lectores de encuestas caminan sobre una verdad devastadora para el moralismo: este affaire no mueve el amperímetro. Ni le quita votos a CFK, ni le suma votos a Macri. ¿Por qué? Por la crisis económica. La desesperanza se respira como nunca. En tal caso, con esto se consolidan las dos peceras y se empioja la discusión política sobre el bajo fondo podrido de una grieta reducida a culebrón y rivalidad televisiva, un panelismo extorsivo que en su costumbrismo repetitivo borra la naturaleza conflictiva real: la fractura social de la Argentina. Que no es una guerra entre millonarios, sino una larga lucha por la igualdad. 

El periodista Hugo Alconada Mon habló de “regeneración moral de la política” para que, en tal caso, se regenere la economía: una especie de brote verde pero cuyo primer tallo es ético. Desconoce que esto “ocurre” mientras se ajusta, mientras se terceriza la decisión económica en el Fondo. Es decir: mientras se vacía la política. Todas las articulaciones de este “lava jato criollo” deben ser dichas. Producir el ajuste y a la vez operar el destrato a la política que los ajustes suelen producir. Hacer el ajuste con anti política, digamos. Articular la causa y el efecto, producir miseria y rechazo a la política a la vez, desde el Estado mismo. Atacar lo que Jorge Asís llama: “estructura inmoral” de la política, como si no se fuera parte de eso.  

Asís porta una ética en medio de este circo: fue el primero en tirar la piedra cuando publicó en soledad “La marroquinería política”, denunciando un sistema de recaudación de obra pública en el inicial gobierno kirchnerista que ahora Clarín “descubre”. Asís también fue de los primeros en mostrar las hilachas de Clarín a la salida de la dictadura en su lejana novela “Diario de la Argentina”, que lo condenó al ostracismo y la censura en la década del 80, sólo atenuado durante su menemismo “maldito”. La resumimos así: Asís no es un santo, no pelea el premio Rodolfo Walsh, pero simplemente pega cuando el otro se puede defender, es decir, cuando tiene poder. De hecho hoy Asís funge como uno de los mejores defensores del peronismo (incluso del kirchnerismo) por lejos y se dedica a la crítica detallista del gobierno actual. 

Y mientras tanto…    

El lunes 13 el dólar superó la barrera de los 30. Tuiteó Mercedes D’Alessandro: “¿Saben qué significa una tasa tan alta? Muerte y destrucción para pymes, cervecerías artesanales, parripollos... Quizás tenía razón el que te proponía alquilar el quincho de tu casa y el silloncito del living para juntar unos mangos.” El 2019 está tan lejos para pronosticar armados y resultados electorales como para saber en qué condiciones económicas reales y políticas llega el gobierno.