Miremos un linchamiento. Yo vi uno. En una avenida porteña de clase media trabajadora. Varios contra uno. Ahorro las descripciones físicas para no parecer lombrosiano. El flaco manoteó un celular de una chica en una para de colectivos. Más adelante, los de la fila de una parada de otro colectivo, le salieron al cruce. Se cayó de la bicicleta. Se hizo puré. Lo atendieron de lo lindo. Algunos intervinieron. Lo tuvieron agarrado y golpeado hasta que llegó la policía. No pasó a mayores. Fue preso. Corrió mucho el comentario “entra y sale en una hora, sale antes de que vos termines de firmar la denuncia”, para la chica damnificada cuya furia se atenuó acariciando el celular recuperado. 

Los que linchan piden más Estado porque piden que haya policía, que sea preventiva o represiva una vez ocurrido el hecho. Pero más, más. Al que le robaron el celular pide más Estado porque le afanaron a una hora pico y no se puede vivir todo el día con el culo en la mano sin poder mirar el celular tranquilo en la parada de un bondi por miedo a que te lo roben. El chorro pide más Estado, o por lo menos los progresistas que miran con piedad y hablan por él, que no quieren que lo linchen, y que imaginan una vida desamparada en la del chorro, un desamparo donde faltó escuela, asistente social, trabajo para papá y mamá, y todo eso se sumó en una bola de furia que lo hizo chorro. Todos están de acuerdo en que falta Estado, aunque no estén de acuerdo con el tipo de Estado, pero en cualquier caso: ese Estado que falta (ya sea policial, benefactor, preventivo, todo junto o uno contra el otro) implica recursos. Muchos. La seguridad también es flor de guita. 

Debate en diputados. Todo el país en vilo debatiendo el aborto. La legalización involucra al Estado. Porque se podrá abortar en hospitales públicos, en clínicas de obras sociales. En todo el sistema de salud. Los que debaten en contra de la legalización piden que haya Estado, que el Estado esté antes, que contenga, que cuide, que destine la criatura por nacer, que mejore el sistema de adopciones en Argentina. Que el Estado eduque o evite violaciones. No importa si piden Estado algunos ultramontanos que también se opusieron alguna vez a la educación sexual. Pero todos piden Estado. Pedir más Estado es siempre gratis. 

Una de las cosas por las cuales a veces parece más fácil meter un camello por el ojo de una aguja que el ajuste en Argentina es por la cantidad de gente que en simultáneo y por razones incluso contradictorias pide siempre más Estado. Ajustará este gobierno, que ya a esta altura se babea con la tijera en la mano, pero le costará un huevo.