El COVID-19 ciertamente cambió las cosas. Por primera vez en la historia moderna del movimiento LGBTQ+, el Día del Orgullo se celebró puertas adentro, desde teléfonos y computadoras y perfiles de redes sociales, no con desfiles, no con marchas, no con acciones directas y demostraciones. Para las presas también fue distinto. En Florencio Varela, en la Unidad N°32, un penal que semanas atrás fue el centro de un fuerte motín y una pequeña guerra entre presos evangélicos y presos que no rezan, las detenidas travestis y trans del pabellón de diversidad sexual hicieron su propio acto. Fue una reunión modesta, con la bandera wipala de los pueblos originarios de fondo y un proyector, las detenidas sentadas en bancos, con barbijos y a distancia.

Había otra mujer trans en el medio, la única invitada de ese acto, la oradora de cierre. La oradora habló. Luego, las internas se le acercaron para conversar. “Te estábamos esperando”, le dijeron a Ángeles Maribel Herrera, de 35 años, oriunda de La Plata. Era una paradoja, quizás propia de un tiempo de cambio: el sistema a veces draconiano que las encerró y las empujó a la enfermedad y al abandono, esta vez, les ponía enfrente a alguien como ellas, una persona trans. Cinco días antes, Ángeles Maribel había sido nombrada por el Servicio Penitenciario Bonaerense en un puesto pionero, la primera coordinadora de la Subdirección de Políticas de Género.

Ángeles Maribel, por otra parte, no viene de afuera: es una penitenciaria, lo había sido durante los últimos 13 años de su vida, egresada en la Escuela de Cadetes en 2007. Cinco años después, Ángeles comenzó su transición. Su legajo es uno de jerarquía: se desempeñó en penales como la 46 y la 47 en San Martín, Magdalena, Los Hornos, Gorina, la cárcel número 45 en Melchor Romero. Tuvo puestos de rango, jefa de sumarios, jefa de comparendos para traslados. El 18 de febrero de 2017, en el día de su cumpleaños, ingresó a la clínica Los Tilos en La Plata para su cirugía de reasignación de género. Su transición ocurrió, precisamente, en la vida de una cárcel.

Ahora, Ángeles tendrá como tarea, en conjunto con el Ministerio de las Mujeres, identificar los problemas de la población de detenidas y detenidos trans en las cárceles y resolverlos, sin tener injerencia en sus situaciones judiciales.

“Estoy muy contenta”, dice Ángeles a Infobae: “Hace una semana que empecé. Las detenidas ya me conocían, me dijeron que me estaban esperando hace un montón, que esperaban que en algún momento me haga cargo de ellas. Sentí que las chicas se vieron bastante reflejadas en mí”, cuenta sobre el Día del Orgullo en la cárcel de Varela: “Las vi tranquilas, muy centradas. Pude notar mucha sensibilidad. Hay muchos temas que necesitan contención adecuada con profesionales idóneos. Es lo que vengo a plasmar, a que se garanticen sus derechos”.

Hoy, el Servicio Penitenciario Bonaerense tiene alojadas a 66 personas trans en sus cárceles: 40 están repartidas en dos pabellones de Florencio Varela, 16 en Batán, cerca de Mar del Plata y 10 en Sierra Chica. Los números bajaron en el último tiempo: en 2018, según el último informe de la Comisión Provincial de la Memoria, llegaban a más de 90, varias fueron excarceladas por orden judicial cuando el colectivo fue considerado un grupo de riesgo frente a la pandemia del coronavirus.

Helguera todavía no aventura una evaluación, a una semana del cargo. ”Pero si te puedo decir que mi idea es ver el sistema de salud, cómo los están tratando con los estudios para que haya controles”, asevera. También, hacer cumplir la Ley de Identidad de Género “para que todas tengan en el registro la identidad como corresponde”.

En sus informes, la CPM -el organismo oficial de control de las cárceles bonaerenses- reflejó relatos de encierros arbitrarios de travestis en pabellones o alcaidías de varones cis; humilladas al momento de tener que compartir un baño; de varones detenidos en pabellones trans de Sierra Chica por delitos contra la integridad sexual; arrestos en leoneras sin letrina, camastro o acceso a agua corriente. Otras detenidas aseguraban que eran llamadas por penitenciarios por su nombre asignado al nacer.

Transicionar dentro de la cárcel es otra historia: hay detenidas que no se animan a hacerse una operación porque temen a que el post-operatorio tras las rejas las mate. Garantizar la continuidad de los tratamientos hormonales, dice Ángeles, será otro foco de su gestión.

Los maltratos y vejaciones son otro capítulo: “Micaela tenía 29 años y estaba presa desde diciembre de 2016. Estuvo detenida casi un mes en la Comisaría 1ª de Ezeiza hasta que la trasladaron a la alcaidía de Lomas de Zamora y, finalmente, a la UP 36 de Magdalena. En estos lugares fue alojada con varones que la agredieron por ser travesti. La violencia se exacerbó cuando la trasladaron a la UP 37, donde sufrió lesiones físicas y abuso sexual. Micaela no denunció judicialmente los hechos por temor a ser sancionada. La amenaza de un parte disciplinario fue el mecanismo de control que garantizó su silencio. Después fue trasladada a la UP 18, donde se vio forzada a ocultar su identidad de género para protegerse de los ataques; los detenidos del pabellón lo supieron, la golpearon y le robaron sus pertenencias”, dice el informe.

Ángeles, por su parte, mantiene sus sentimientos al margen.

-¿Qué sentís cuando ves una detenida trans?

-Yo soy penitenciaria, tengo una función y soy del Servicio. Mis sentimientos los tengo que mantener al margen. De nuevo, mi deber es que se cumpla la identidad de género, que estas personas no sean vulnerables. No me imagino tensiones con las detenidas, voy a tratar con gente que fue vulnerada, maltratada, que por ahí no la han tratado bien, que debe estar medio a la defensiva. Yo también lo estuve.

-¿Creés que el SPB va a apoyar esto? Hay iniciativas que solo quedan en un anuncio.

-El Servicio tomó una iniciativa, ya es una iniciativa de querer cambiar algo, no creo que no me ayuden con las medidas. Estoy muy agradecida con con el ministro Alak y el jefe del SPF, la gente de jefatura que me propuso, que trabaje como coordinadora. Estoy muy interiorizada con el tema salud, porque lo viví en carne propia.

La historia de transición de Ángeles es universal. Su pelea fue de reconocimiento en el sistema médico mismo, entre otros: “IOMA, la obra social, no fue fácil. Tuve que pelear para los tratamientos hormonales y mi operación de reasignación. En 2014 les gané las hormonas, en 2017 la cirugía. Tuve que ir con periodistas, con la Defensoría del Pueblo para que revean mi situación”.

“Mi transición comenzó el 2012. Que me haya operado o no no cambiaba nada, no fue para nada fácil. Hoy tengo la posibilidad en el Servicio de crecer, y no lo veía como algo cercano. Con el cambio de la cúpula creo que intentan hacer cosas buenas”, continúa.

Ángeles, jugadora de fútbol, por lo pronto, ya recibió mensajes de los colectivos LGBTQ+ que trabajan dentro del sistema de cárceles, una primera señal.

Fuente: Infobae