“La edad es un número. Simplemente un número. Lo importante está acá”, dice mientras se señala la cabeza. Quién habla es Elena Vilariño que tiene 96 años. A su lado asiente su marido y pareja de tango, Antonio Migliano que ya alcanzó los 100. “Voy cumpliendo, cumpliendo, y ni me doy cuenta”, coincide. Ellos tienen razón: sólo se trata de una cifra, porque como en un acto de magia cualquier indicio del paso del tiempo se borra cuando llegan a la pista de baile.

Elena y Antonio son tangueros de toda la vida. Aman el 2 x 4 desde mucho antes de convertirse en marido y mujer. Su pasión por el género porteño no sólo los llevó a seguir perfeccionando la técnica sino a reencontrar el amor.

Todo ocurrió hace nueve años. Como era parte de su rutina habitual, ambos coincidieron en el salón “del club familiar", como llaman al Centro Cultural y Recreativo para la Tercera Edad Parque Chacabuco. Esa noche, Elena estaba sentada con su antigua pareja de baile pero para Antonio eso no fue un obstáculo... se acercó, le tendió su mano y la invitó a bailar. “A éste señor, caradura, no le importó que yo estuviera acompañada y me arrancó de la mesa”, recuerda ella, delatándolo, mientras él -sentado a su lado-, lanza un gesto que pone en duda esa versión de los hechos.

Verdad o no, para Antonio todo estaba muy claro: ese no sólo sería el primer baile juntos sino el inicio de una historia de amor. Elena, tuvo sus dudas: “Estaba un poco incómoda con su manera de actuar”. Finalmente, aceptó la salida y fueron a tomar una copa.Lo que siguió se dio naturalmente: “Cuando me di cuenta, ya estábamos de novios”, confesó Elena. El noviazgo fue bastante exprés. Ahora era Elena la que quería dar el siguiente paso. “Casamiento o nada”, le disparó sin muchas opciones. Para su sorpresa, Antonio le contestó: “¿Cuando nos casamos?”.

Así fue como sellaron su historia el 28 octubre de 2011 en el Registro Civil del barrio de San Cristóbal, donde aún viven. Se casaron en la parroquia Guadalupe, en Palermo, y siguiendo la tradición ella llegó vestida de blanco y él con un elegante traje.

La fiesta continúo en un salón con más de 50 invitados. Ambos aseguran que fue un “festejo a todo trapo”. Después, la luna de miel: una semana en las sierras cordobesas.

Ninguno de los dos tuvo hijos. Pero sí estuvieron casados. Antonio enviudó hace casi 30 años, y nunca volvió a rehacer su vida. Antes de jubilarse se dedicaba a criar y adiestrar caballos.

En cambio, la historia de Elena es otra. Se casó a los 17 pero cinco años más tarde su marido murió... Estudiosa, se recibió de Teóloga, hasta pensó en ser monja. Estuvo sola… hasta que seis décadas más tarde se cruzó con Antonio.

Desayuno de festejo para San Valentín

-Antonio, ¿Qué te enamoró de Elena?

-Todo. Porque compartimos mucho.

-Elena , ¿Qué te enamoró de Antonio?

-Nos gustan las mismas cosas, el baile, la vida sana y poder llevar una vida activa a pesar de la edad.

Si antes les gustaba el tango, casados no se pierden una sola milonga organizada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en los distintos centros de jubilados y espacios públicos. "El tango lo sentí siempre. Me gusta todo lo que sea cadencia, y el tango es muy cadencioso”, destaca Elena. A su lado, Antonio dice: “En mí época todos aprendíamos a bailar el vals, el jazz y el tango”

Nada los detiene, menos cuando se trata de la pista de baile. Se anotaron en la disciplina Tango de Piso en los Juegos de las Personas Mayores 2019, donde llegaron a la gran final. Al perfecto compás del 2x4, se robaron todas las miradas y las 500 personas que estuvieron en el público los aplaudieron de pie.

“Lo importante es cómo se siente uno física y mentalmente…”, dicen. Así encaran la vida. Y tal vez esa sea la receta. “Me gusta lo que es tranquilo,lo que llega y se va quedando en la vida", dice Antonio. Elena hace una pausa y finaliza: “La vida hay que vivirla y hay que aprender a soñar. Aunque no se tenga nada, soñar que uno lo tiene todo...”.

Fuente: infobae