Incluso en medio de la pandemia, no faltó el ingenio argentino a la hora de buscar nuevas salidas económicas. Desde aquel que apenas tiene un sobrante hasta los que decidieron poner todo el dinero apostando a una idea, el auge de los microempendimientos ya llegó y es fuente de inspiración para todos los argentinos.

Quizás el rubro más transitado haya sido el de la verdura. Vecinos de diferentes ciudades del país decidieron probar suerte en este rubro, comprando en mercados centrales e instalando su negocio en la puerta de su casa.

Claudia Gutiérrez, por ejemplo, es una jujeña de 30 años que se dedicaba a la confección y arreglo de prendas escolares y que, al quedarse sin pedidos por la suspensión de clases, ya tenía planeado empezar algún emprendimiento. Finalmente decidió iniciarse en la venta de verduras tras acceder al cobro del IFE. Cuando recibió la asistencia, el 15 de abril dio el primer paso en el barrio Alto Comedero, de la capital provincial: "Empecé con bolsas de papas y cebollas, que es lo que más sale y fui comprando otras verduras y frutas que me iban pidiendo. La idea era comprar para vender y para de ahí mismo sacar también para cocinar", relató Gutiérrez a Télam al indicar que el objetivo principal era alimentar a sus tres hijas de doce, nueve y un año y medio.

En Corrientes, por otro lado, en uno de los casos más conocidos, una pareja de la localidad de Goya empleó el dinero del IFE en equipar un modesto kiosco: "No dudamos, cerramos los ojos e invertimos el dinero", dijeron. Se trata de Ángela Medina, de 25 años, y su pareja, Martín Benítez, de 29, que son padres de dos niños: "Venimos de una historia difícil. Teníamos una casita de material y nos desalojaron, quedamos con lo puesto; luego,nos cedieron un pequeño terreno y construimos una casilla de madera, donde vivimos y ahora también tenemos el kiosco", relató la mujer.

Sobre el IFE, Angela contó: "Fue una gran sorpresa y alegría para nosotros, justo nos habían desalojado y Martín estaba sin trabajo hacía más de un mes y medio, por eso decidimos invertir el dinero y dedicarnos a vender, para poder tener un futuro mejor" y adelantó que el próximo proyecto es comprar bloques y arena, de a poco, para "volver a tener una casa de material".

Con ese mismo objetivo, pero en Formosa, Vanny Acosta y su marido, del barrio vial de la capital provincial, emplearon los 21 mil pesos recibidos como ayuda social en la instalación de una tienda de mascotas en su propia casa. "Si no se invierte, esa plata es pan para hoy y hambre para mañana, por eso gasté el bono del gobierno y la asignación de mis niñas para poder empezar", explicó a los medios locales. Además, sus hijas tienen 3 y 5 años y así evita el problema de tener que dejarlas con otra persona: “Este emprendimiento me permite trabajar y ocuparme de ellas".

María de las Nieves Domínguez también es madre de un niño de 6 años, y es casi una celebridad local en Guaymallén, Mendoza. También tuvo la idea de apostar por un pequeño comercio con el dinero que cobró del IFE: compró un horno a leña e insumos para cocinar y vender empanadas, pan y tortitas.

Domínguez vive junto a su hijo en una pieza prestada que tiene techo de chapa y nylon, por lo que tiene que cocinar al aire libre bajo un gazebo, buscando así generar sus propios ingresos.

No es magia: la mujer comienza su actividad a las 5 de la mañana con la venta de café y tortitas y luego, cerca del mediodía, sigue con empanadas: "Fue duro, pero lucho diariamente para generar ingresos desde muy temprano, con mucha fe, uno se va rebuscando", dijo.

También en Entre Ríos, por su parte, Rebeca, de apenas 19 años, finalizó sus estudios secundarios el año pasado en la localidad de San Benito, a 10 kilómetros de la capital entrerriana, y decidió invertir los 10 mil pesos del IFE en una verdulería. Para buscar los productos en el mayorista local, Rebecca va en bicicleta y en la mochila carga las verduras y frutas: "De a poquito, conseguimos cosas; entendemos que es complicado y seguramente costará empezar pero hay que ir de a poco, con paciencia, estoy aprendiendo muchísimas cosas", dijo a Canal Once y señaló que busca "ser un ejemplo para que otros no lo malgasten".

En Salta, Ana Paula Aguirre, otra chica de 19 años, utilizó el primer pago del IFE para poner una verdulería en la puerta de su casa, en el barrio Limache, de la zona sur de la capital salteña… con la ayuda de su abuelo. "Apenas cobramos, fuimos al mercado con mi abuelo, que me ayudó, y compramos frutas y verduras. También invertimos en una balanza y empezamos a trabajar", manifestó Ana Paula, que vive con su abuelo, Julio Barrientos, un jubilado de 68 años.

La joven indicó que ella buscaba "hacer algo que permita producir y salir adelante", al tiempo que agradeció a los vecinos, que apenas supieron de la iniciativa, fueron a comprarle y felicitarla: "Vamos a ver qué sale de esto, pero la idea es crecer y con el tiempo tener un almacén", concluyó.

Historias de ingenio, de éxitos inesperados, pero sobre todo, historias que cuentan el auge de los microemprendimientos: una puerta abierta a un futuro inesperado que, con trabajo y esfuerzo, logrará dejar sus frutos incluso en la etapa de pospandemia.