Segmentos de cadenas atribuidas al famoso sistema defensivo de la Batalla de la Vuelta de Obligado (1845) hay muchos, pero sólo uno acaba de demostrar científicamente su condición de tal “por contexto de hallazgo, materia prima y tecnología”.

Se trata de los 46 eslabones de más de cinco metros de largo y 65 kilos de peso que fueron descubiertos y desenterrados entre el 4 de agosto y el 7 de noviembre pasado; que es al mismo tiempo el fragmento más largo y el primero encontrado “in situ”, tras 20 años de excavaciones en este campo de batalla con el que se inició la especialidad arqueología de la violencia en el país.

Y los dos tramos que componen este artefacto podrán ser admirados sumergidos en dos vitrinas con agua de río ya dispuestas en el Museo de Sitio Batalla de Obligado, a 150 kilómetros de San Pedro, en la provincia de Buenos Aires, para cuando se produzca la reapertura al público.

“Al principio pensábamos que eran parte uno de los tiros de los extremos o de las cadenas que anclaban las 24 barcazas, pero cuando vimos sistema de sujeción a un metro treinta de profundidad, nos dimos cuenta que no era una línea secundaria sino de las tres principales que cruzaban el río de costa a costa”, dijo a Vertientes el arqueólogo Mariano Ramos, a cargo de las investigaciones.

Se conoce como combate de la Vuelta de Obligado a la batalla terrestre y naval librada en 1845 entre la Confederación Argentina y una alianza anglofrancesa, que se conmemora cada 20 de noviembre como "Día de la Soberanía Nacional".

El trabajo de campo realizado en este yacimiento por el programa de Arqueología, Historia y Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Luján que dirige Ramos permitió determinar la ubicación de la mayoría de las estructuras militares defensivas montadas por orden del comandante Lucio Mansilla en la costa derecha del Río Paraná. Así, ha podido establecerse dónde estaban tres de las cuatro baterías de cañones, el campamento, el hospital de campaña, el terraplén, el depósito de municiones y uno de los mogotes de tierra y hierro donde se engancharon las tres hileras de cadenas montadas sobre 24 barcazas con las que se intentó impedir que la flota enemiga remontara el Paraná. El enfrentamiento -el primero de los que conforman la "Guerra del Paraná" (1845-1846)-, se desata a partir de la decisión del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas de prohibir la libre navegación de los ríos interiores a todo país extranjero, lo que generó inmediata reacción de las potencias europeas. Tras el fracaso de la vía diplomática, una flota anglofrancesa compuesta por 11 barcos de guerra y 100 barcos mercantes ingresó al Paraná y fue interceptada por las tropas confederadas a la altura de la Vuelta de Obligado, a 18 kilómetros de San Pedro.

Los confederados pelearon aguerridamente, pero la desigualdad de fuerzas hizo que la batalla se resolviera a favor de los invasores, que lograron cortar las cadenas para proseguir el viaje por el Paraná y desembarcar a unos kilómetros de allí. Sin embargo, se suele decir que la de la escuadra enemiga fue una "victoria pírrica", porque las poblaciones ribereñas no sólo no compraron sus productos sino que la atacaron sistemáticamente, regresando diezmada al viejo continente. Además, las potencias europeas terminaron reconociendo la soberanía argentina sobre sus ríos interiores.

El primer alerta sobre la existencia de cadenas antiguas enterradas en el lecho del río lo dio el pescador Jorge López el 4 de agosto pasado, tras divisar unos eslabones que sobresalían del lecho y durante la bajante histórica que experimentó el Paraná en los meses de invierno.

“A partir de ese momento hasta los primeros días de noviembre, hicimos 5 expediciones para tratar de sacar el hallazgo, porque estaba muy agarrado (a la tosca) y el río subía y bajaba, dándonos pocas horas diarias de trabajo”, contó este especialista en arqueología histórica al frente de un equipo de 30 investigadores, entre arquéologos, antropólogos, historiadores e ingenieros, pertenecientes a la Universidades Nacionales de Luján, Rosario, Buenos Aires y del Conicet.

Las cadenas fueron finalmente extraídas “con ayuda de una cuadrilla municipal” dotada de maquinaria pesada, tales como “una retroexcavadora, una bomba de achique de mayor potencia y un martillo neumático”

Además de las cadenas, se sacó a la superficie gran parte del madero de quebracho de “dos metros de largo por 30 centímetros de sección” al que estaban sujetas y que “estaba bastante intacto”.

“En la base del pozo de 1.30 metros de profundidad pusieron una argamasa cementicia de entre 5 y 15 centímetros (de alto), luego bajaron el madero –que pesaba cientos de kilos- con dos sogas que luego cortaron, y sabemos que lo hicieron así porque quedaron fibras de la soga adheridas en la base del madero”, contó.

“Pero antes de eso habían enganchado la tira de cadena al madero con un nudo marinero conocido como ‘alondra’, que es muy simple pero muy eficaz”, agregó.

Durante la excavación también encontraron que “donde se cerraba el nudo lo ataron con alambre” y volvieron a rellenar el resto de la cavidad “con material cementicio”, razón por la cual “hubo que romper durante varios días” para poder extraer los eslabones “de 16 centímetros de largo por 10 de ancho y 2,5 de espesor”.

Tras un exhaustivo análisis –que incluyó la participación de un ingeniero experto en materiales de la UBA- pudieron concluir que “serían parte de una de las líneas principales de las cadenas de la Batalla de la Vuelta de Obligado por contexto de hallazgo, materia prima y tecnología”.

“La materia prima de los eslabones es un hierro mezclado con escoria, no es un hierro puro sino de una impureza relativa, que corresponde a las primeras décadas del siglo XIX”, dijo.

“En segundo lugar, la cadena fue construida empleando la tecnología de la época, que era el forjado: se tomaba una varilla de hierro de sección circular, se la calentaba al rojo vivo para ir dándole una forma oval y luego se unían los extremos por aplastamiento”, agregó.

“Y en tercer lugar, el contexto de hallazgo coincide con uno de los puntos que indica el capitán inglés Sullivan en el plano de 1845 donde ilustra la disposición de las baterías y defensas de Vuelta de Obligado; y también con dos puntos donde detectamos anomalías en 2016 durante un barrido del lecho del río con un sonar”, dijo.

Pero para Ramos la trascendencia del hallazgo no reside sólo en su contribución al avance material del conocimiento sobre este hito bélico, sino que también impacta en su dimensión simbólica (ver recuadro).

Ramos se mostró complacido con el descubrimiento, que identificó como un tercer hito en el proyecto de investigación que encabeza hace 20 años y que cada 10 años produjo novedades importantes.

“En el 2000 iniciamos la investigación, en 2010 contribuimos a la instalación del monumento y en 2020 encontramos las cadenas”, dijo.

La misma explicación respeto a las tres perspectivas desde las que es posible confirmar que se trata de las cadenas de la mítica batalla, Ramos la ofreció en persona al presidente Alberto Fernández y su comitiva el pasado 20 de noviembre, en el marco del acto por el Día de la Soberanía y el 175º aniversario de la batalla.

Sería la segunda vez que un Mariano Ramos de su familia tendría oportunidad de estrechar la mano de un presidente.

“En 1930, mi abuelo Mariano Ramos era presidente de la sociedad de farmacia de Argentina y fue recibido por un presidente, pero era un dictador. Noventa años después, en otro contexto, mucho más ameno, otro Mariano Ramos habla con un presidente constitucional”, concluyó.

Fuente: vertientedelsur.com