Otra vez más, la emblemática Mar del Plata, la cuna del veraneo argentino volvió a situarse en la segunda ciudad con mayor desocupación de todo el país. El dato no surge de ninguna consultora privada, ni de ningún economista K. El propio Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) informó que La Feliz alcanzó un nivel de desocupación del 11,8%, que supera al promedio nacional que se ubicó en el 9%. Solo le gana Santa Rosa, La Pampa con el 13,2%.

Según el diario La Capital de Mar del Plata “El porcentaje supone un crecimiento de casi tres puntos con respecto al 9% del mismo período del año pasado y aún mayor si se lo compara con el 8,2% del segundo trimestre de 2018”.

Traducido: en Mar del Plata hay 36 mil desocupados, 52 subocupados y 78 mil ocupados demandantes de empleo.
Por otro lado, un informe sociolaboral realizado por el Grupo de Estudios de Trabajo (GRET) del Centro de Investigaciones Económicas y Sociales de la facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata arrojó que son 114 mil personas las que buscan empleo. Según analizó el mismo diario La Capital, “estos datos reflejan lo que viene ocurriendo desde fines de 2016: un deterioro en el mercado de trabajo. No sólo hay más desempleo sino que también trabajo de menor calidad”.

Pero detrás de todos estos datos duros hay historias. Los datos se transforman en personas de carne y hueso que de un día para el otro dejan de cobrar un salario y eso se traduce en no poder llevar el sustento al hogar, que se traduce en una nueva familia pobre. Algo que la insensibilidad de un Gobierno que maneja y des-maneja según los cálculos de una planilla de Excell, no contempla. O sí. 

Mar del Plata está convulsionada. Muchos de los históricos lugares, sobre todo gastronómicos, cerraron o están camino a ser convertidas en cooperativas por sus trabajadores. Cualquiera que haya ido a caminar por la costa a la altura de la calle Alem recuerda una casona de piedra con mesas y sombrillas afuera: era la famosa confitería Piazza que abrió hace más de 20 años y que hace un mes, intempestivamente, cerró dejando a más de veinte empleados en la calle. Charly Cabanes es uno de ellos, uno de los que más conocía el trabajo porque ingresó un mes después de su inauguración como bachero para terminar en el cargo de jefe de cocina.  “En los últimos dos años hubo reducción horaria porque los dueños no podían sostener el local por el tarifazo de luz y gas. Reducción que implicó baja de salarios. A finales de noviembre, de un día para el otro, el local amaneció cerrado y nos dijeron que no habían renovado el contrato pero nosotros sabemos que esto era mentira, que ya lo sabían. Ahí empezaron a llegar los telegramas de despidos. Es un drama porque la mayoría de los empleados tiene más de 10 años hasta 20 años de antigüedad. Entonces las indemnizaciones, que hasta ahora no vimos ni un peso, fueron muy difíciles de negociar. Los dueños se la pasaron diciendo por todos lados que nos iban a conseguir trabajo y esto no fue así. En la puerta hay policías permanentemente y nos tratan como delincuentes, después de tantos años se cagaron en todos. No fueron capaces de llamar a ninguno. Los que pudieron conseguir trabajo en este mes es temporal y en negro”. 

Según explicó a este portal Adriana Donzelli, secretaria adjunta de la CGT Mar del Plata—lugar de conducción que por primera vez en la historia ocupa una mujer—“venimos sufriendo un problema estructural de desempleo que se encuentra agravado por las políticas de ajuste y el enfriamiento de la economía que está afectando sobre todo a las Pymes. Hay muchísimo trabajo no registrado y niveles de precarización muy grandes. Las últimas mediciones del Indec, además de que reflejó una aumento del desempleo que nosotros lo vemos diariamente, no hay ningún sector que haya mejorado la actividad. Este impacto repercute sobre todo en el sector más vulnerable que son los jóvenes y específicamente las mujeres jóvenes. Muchas de ellas son sostén de familia y tienen que aceptar condiciones por debajo de lo que marca la ley para llevar el sustento mínimo. Pero este es el resultado buscado por este modelo”. 

Otro de los lugares emblemáticos que cerró sus puertas fue la confitería Boston, conocido por sus clásicas medialunas, que tomó repercusión, además, porque sus trabajadores ocuparon el lugar y continuaron con la cafetería. Fueron sesenta las familias que se quedaron en la calle luego de que sus dueños empezaran una política de vaciamiento que terminó en el quiebre. 

No será raro entonces ver que los graphs o titulares de los medios monopólicos serán así: “vacacionar en Mar del Plata gastando lo menos posible”; “cómo una familia tipo convive un monoambiente durante una temporada en La Feliz”; “Cómo realizar una carpa con papel de diario porque alquilar una es imposible”. Cualquier semejanza con la realidad, no será pura coincidencia.