En pleno debate por la despenalización del aborto , las cuestiones de género están a la orden del día y la lupa está puesta con fuerza sobre la cultura popular y sus mensajes de fuerte contenido machista. Son muchos los programas de televisión que hoy serían fuertemente cuestionados a la luz de la cantidad de denuncias sobre violencia de género que comenzaron a destaparse día a día.

Uno de los íconos de la cultura argentina, Alberto Olmedo, y su compañero, Jorge Porcel, han sido cuestionados en los últimos tiempos por el tipo de humor machista que los hizo tan famosos en los 80. El análisis de Lucila Mariani, estudiante y directora de cine que compartió parte de una investigación sobre las películas de Olmeto y Porcel para su tesis sobre la "Cultura de Violación en Argentina", se hizo viral en las redes sociales por la alta adhesión que sus palabras provocaron en los usuarios de Facebook. La estudiante tomó una escena de una película para demostrar cómo los populares comediantes hacían humor con situaciones de abuso sexual. A continuación, la carta que fue publicada la semana pasada y compartida por más de 20 mil personas en las redes:

Va más o menos así: Olmedo y Porcel secuestran a Moria y a Susana, las nuevas cirujanas de un hospital en el que ellos son camilleros, aunque se hacen pasar por cirujanos.

Llegan a un telo, Porcel se lleva a Moria, Olmedo a Susana. Les dicen que ahí hay unos enfermos que tienen que cuidar. Entran a la habitación, Susana se sorpende al ver que es una habitación vacía. El diálogo sigue así:

- Este cuarto está vacío, acá pasa algo raro. Voy yo sola.

- Bueno, desconfiada, vaya.

Olmedo mira a Susana de arriba a abajo, como si fuera un pedazo de carne. Se muerde el labio. Susana entra a la habitación, al darse vuelta, lo ve a Olmedo semi-desnudo y grita.

- No grités, vení, dame un besito.

Olmedo se para y empieza el forcejeo.

- No me toque o grito.

- Ay, qué miedo, ¿vas a gritar? Pero si acá gritan todas.

Él la desnuda y ella grita, que no quiere, que basta, que qué hace. Aparecen Moria y Porcel, para escaparse, las dos fingen estar interesadas en ellos. Las tratan de fáciles, de tímidas, de tontas, las tocan, las miran, las desvisten. Después de todo eso, escapan.

La película termina con la culminación del abuso sexual, Porcel y Olmedo drogan a las dos cirujanas, en contra de su voluntad. "Divertite", le dice Olmedo a Porcel, "después te cuento", le responde él. Los dos desaparecen, cada uno de un lado del encuadre, cada uno con una mujer en sus brazos, cargándolas como si fueran sus presas.

Y con el tiempo, perdura la nostalgia del recuerdo: el respeto por estos "humoristas", el banquito de Olmedo y Portales en Avenida Corrientes, el rosarino humilde, el padre de familia, el comediante, el gordo simpático pero malhumorado, la pobre víctima que tuvo la mala fortuna de caerse de un balcón. Otro(s) hijo(s) sano(s) del patriarcado que se siguen recordando como ídolos populares.

Fuente: La Nación