“¡Ayúdenme! Soy Amanda Berry, me han secuestrado, he estado perdida por diez años, estoy aquí y estoy libre ahora”, se escucha decir, con voz entrecortada, a una mujer joven en la grabación de las llamadas al 911 a la Policía de Cleveland del 6 de mayo de 2013.

El primer patrullero demoró menos de cinco minutos en llegar. Mientras se dirigían al lugar que les había indicados, los agentes que iban en el auto recibieron una información que les costaba creer. La joven que había llamado, Amanda Berry, llevaba diez años desaparecida, se había esfumado sin que quedaran rastros el 21 de abril de 2003, un día antes de cumplir 17 años.

El rostro de la mujer con la que se encontraron conservaba los rasgos de la fotografía con la que se la había buscado incansablemente durante años, pero estaba marcado por el sufrimiento. A su lado había una niña de 6 años que no se desprendía de ella. “Es mi hija”, les dijo a los policías. Y después les dio otra información increíble: “En la casa hay dos mujeres encadenadas”.

Un escape milagroso

Hacía menos de media hora –aprovechando la ausencia de su secuestrador, que se olvidó por primera vez de encadenarla– Amanda Berry había intentado abrir desde el interior la puerta de la casa de la avenida Seymour 2207, en el barrio residencial Tremont, en Cleveland, donde llevaba una década recluida.

No pudo, porque estaba cerrada desde afuera con un candado muy grueso. Vio entonces que entre la base de la puerta y el piso había una hendija bastante amplia, por la que podía pasar la mano. Sacó la derecha y empezó a agitarla, mientras pedía ayuda a los gritos.

El vecino Ángel Cordero fue el primero en escucharla, aunque no entendió qué gritaba la mujer porque no hablaba inglés. Charles Ramsey llegó un minuto más tarde. También había escuchado el pedido de ayuda. “¡Ayúdenme, estoy secuestrada con mi hija!”, era lo que gritaba la mujer.

Entre los dos intentaron abrir la puerta, pero el candado resistía. Entonces hicieron un agujero en la parte inferior, por el que primero salió una niña de unos seis años y después una mujer. Las llevaron a la casa de Ramsey, a media cuadra del lugar, desde donde la mujer llamó al 911 y dijo: “¡Ayúdenme! Soy Amanda Berry, me han secuestrado, he estado perdida por diez años, estoy aquí y estoy libre ahora”.

El segundo patrullero demoró poco menos de diez minutos en llegar y los policías sí lograron abrir la puerta de la casa. Encadenadas en el sótano encontraron a otras dos mujeres jóvenes: Michelle Knight y Georgina “Gina” Lynn DeJesus. Michelle llevaba casi once años desaparecida; Gina había desaparecido hacía más de nueve.

Las trasladaron al Centro Médico MetroHealth, donde los médicos comprobaron que las tres mujeres mayores tenían señales de haber sido reiteradamente violadas y maltratadas.

Mientras tanto, la policía de Cleveland se lanzó a la caza del dueño de la vivienda, un chofer de transporte escolar de 53 años llamado Ariel Castro.

Lo detuvieron esa misma tarde.

“¡Ayúdenme! Me han secuestrado”: Tres mujeres permanecieron encadenadas en un sótano por más de 10 años y lograron escapar

Michelle, la primera

Michelle Knight tenía 21 años cuando desapareció el 23 de agosto de 2002, cerca de la calle Oeste 116 y la avenida Lorain, en Cleveland, el día que tenía que presentarse ante un tribunal que dictaminaría sobre la custodia de su hijo.

Su propia familia creyó que se había ido voluntariamente, ante la posibilidad cierta de perder la custodia. Llevaba una vida complicada, a contramano de las creencias de sus padres que nunca aceptaron que en la adolescencia había sido abusada por un compañero de clase y por un familiar cercano.

Por eso nunca denunciaron su ausencia ante las autoridades y su nombre no figuraba en la lista de personas desaparecidas de la Policía de Ohio.

Pocos meses después del día en que no volvió a su casa, Bárbara, la madre de Michelle, creyó verla acompañada por un hombre mayor en un shopping del centro de Cleveland. Gritó su nombre, pero la que pensó que era su hija ni siquiera dio vuelta la cabeza. Desistió de seguirla e insistir. Si Michelle no quería saber nada con ella, era cosa suya.

En realidad, la mañana del 23 de agosto de 2002, la joven estaba dispuesta a presentarse en los tribunales y hacia allá caminaba cuando se cruzó en la calle con Ariel Castro. Según declaró cuando la rescataron, empezaron a conversar y el hombre le ofreció un cachorro de perro que tenía en su casa para que le regalara a su hijo.

La casa quedaba cerca y a Michelle le sobraba tiempo para llegar a horario al tribunal, de modo que aceptó acompañarlo. Apenas entró, Castro la redujo, la ató y la encerró en el sótano de la casa.

Así comenzó su calvario de casi once años.

Amanda, la segunda

La última vez que alguien vio a Amanda Marie Berry fue a las 7.30 de la tarde del 21 de abril de 2003, cuando salió de su trabajo en un Burger King de la calle Oeste 110 y avenida Lorain, a seis cuadras del lugar donde –se sabría mucho después– Ariel Castro había engañado a Michelle Knight para atraerla a su casa.

Esa noche, los padres creyeron que la chica, que al día siguiente cumplía 17 años, había decidido celebrar con sus amigos y no se preocuparon, pero cuando no apareció la mañana siguiente hicieron la denuncia de desaparición. No podía haberse ido de manera voluntaria porque había dejado toda su ropa y el dinero que tenía ahorrado en la casa. Además, recién entonces su hermana les contó que Amanda la había llamado desde su teléfono para visarle que pasaría a cambiarse antes de celebrar y que alguien se había ofrecido a llevarla.

Dos días después de que se denunciara su desaparición, la policía de Cleveland y el FBI comenzaron a buscarla. Se hicieron afiches con su rostro y una descripción, en la que se detallaba que tenía perforaciones en las orejas y en las cejas y una cicatriz en el abdomen.

Nadie la volvió a ver. La última pista que tuvo el FBI fue un llamado desde el teléfono móvil de la chica a su madre, Louwanna Miller, en la que una voz de hombre le dijo que se había casado con Amanda y que en pocos días irían a visitar a la familia.

Para entonces, Amanda Berry llevaba días encadenada en el sótano de la casa de Castro haciéndole involuntaria compañía a Michelle Knight, que ya llevaba ocho meses secuestrada.

Louwanna Miller no pudo soportar la pérdida de su hija. La buscó sin descansar un día hasta que murió en 2006.

Gina, la última

Casi un año después del secuestro a Amanda, Ariel Castro se cobró su tercera víctima. La última vez que los padres de Gina DeJesus escucharon la voz de su hija de 14 años fue a las 3 de la tarde del 2 de abril de 2004, cuando la chica los llamó desde un teléfono público cercano a la escuela. Estaba con una compañera y pidió permiso para invitarla a pasar la noche con ella, pero la madre le dijo que no.

Las chicas se despidieron y Gina siguió caminando en dirección a su casa. Nunca llegó. Después se supo que en el camino se había cruzado con Castro, a quien Gina conocía muy bien porque era el padre de Arlene, una de sus compañeras de colegio, aunque la chica no vivía con él sino con su madre, Grimilda Figueroa, porque el matrimonio se había separado hacía varios años.

Castro le dijo que Arlene estaba en su casa y la invitó a merendar con ella. Gina aceptó sin sospechar nada raro, después de todo se trataba el papá de una amiga. Media hora más tarde estaba encadenada en el sótano, junto con Amanda y Michelle.

La policía demoró un día en dar la alerta sobre la desaparición de Gina, porque nadie había sido testigo de su posible secuestro. Recién a la semana siguiente el FBI la incluyó en la lista de personas desaparecidas, publicó su foto y dio su descripción, en la que se destacaba que tenía un notorio lunar de nacimiento en la pierna derecha.

Esa misma semana, la policía dio a conocer un boceto y la descripción de un hombre hispano de 25 a 35 años, de 1.80 de altura y entre 70 y 82 kilos de peso, con ojos verdes, barba y delgado. El sospechoso había sido visto cerca de la escuela en un vehículo azul claro o blanco, preguntando por Gina. La descripción correspondía vagamente con la de Ariel Castro, pero nadie pensó en él.

Los padres organizaron una búsqueda privada y realizaron vigilias con la colaboración de vecinos y padres de compañeros de colegio de Gina. También ofrecieron 25.000 dólares de recompensa.

Entre quienes se acercaron a colaborar estaba el padre de Arlene, Ariel Castro.

En los siguientes dos años no hubo rastros de ella ni pistas de su paradero. Se la creyó muerta. En 2006, el FBI creyó haber dado con sus secuestradores y detuvo a dos hombres, pero los liberó rápidamente porque tenían sólidas coartadas el día de la desaparición de la chica. Un año después, un informante anónimo dijo que el cadáver de Gina estaba enterrado debajo del piso de un garaje. Perforaron todo el concreto, pero allí no había nada.

El caso de Gina DeJesus fue presentado tres veces en el programa de televisivo de búsqueda de personas America’s Most Wanted, donde los conductores lo relacionaron con la desaparición de Amanda Berry, porque las dos chicas habían sido vistas por última vez a escasas cuadras de distancia.

Un calvario de una década

Mientras tanto, en el sótano de la casa de la calle Seymour, las tres mujeres pasaban los días encadenadas a la pared. Castro les daba de comer una vez cada 24 horas y les permitía bañarse con agua fría dos veces por semana.

Cada tanto soltaba a una de ellas, la subía a su dormitorio, la golpeaba y la violaba. Si en esas ocasiones, la víctima intentaba escapar, los golpes y las violaciones se multiplicaban. Otras veces, elegía a alguna de las chicas y abusaba de ella sobre el piso del sótano, ante la desesperada mirada de sus compañeras encadenadas.

Para hacer sus necesidades, Amanda, Gina y Michelle tenían un inodoro de plástico cada una, al que podían llegar estirando al máximo las cadenas. Castro los vaciaba rara vez, por lo que el olor en el sótano era nauseabundo.

En 2006 Castro dejó embarazada a Berry. La niña nació en 2007. Ese mismo año, Knight también quedó embarazada, pero esta vez Castro la provocó un aborto a puro golpe. Amanda y sus compañeras –contarían después de ser liberadas– intentaron que la niña tuviera la mejor vida posible, encerrada con ellas en el sótano. Le inventaban juegos y más tarde le enseñaron a leer y escribir.

En por lo menos dos ocasiones, Ariel Castro se la llevó a pasear por el parque. La nena le decía “abuelo”.

Durante una década, las tres chicas, convertidas en mujeres, vivieron de esa manera, sometidas a los abusos de Castro.

Captura, condena y suicidio

Ariel Castro fue capturado pocas horas después de que el 6 de mayo de 2013 Amanda lograra pedir auxilio y fuera liberada junto a su hija y sus compañeras de cautiverio. Dos días después de la detención, fue acusado de cuatro cargos de secuestro y tres de violación.

Frente al tribunal, presidido por el juez Michael Russo, y secuestrador y violador se mostró apenado, aseguró que no era “un monstruo” sino que estaba “enfermo”, y sostuvo que no era “un depredador sexual violento”, como afirmaba la acusación de la fiscalía, sino que las relaciones sexuales que había mantenido con las mujeres siempre fueron consensuadas.

También les pidió perdón a sus víctimas, nombrándolas una a una y mirándolas a los ojos, y les aseguró que durante todos esos años él había intentado “hacerlas felices”. Los testimonios de Michelle, Amanda y Gina destruyeron una por una sus afirmaciones.

Para evitar una segura condena a muerte, el 26 de Julio de 2013, Ariel Castro se declaró culpable a cambio de pasar el resto de su vida en la cárcel. Ese día su abogado defensor, Craig Weintraub, pidió dirigirse al tribunal y anunció: “El señor Castro acepta toda la responsabilidad de su conducta”.

El 1° de agosto, el juez Russo lo condenó a cadena perpetua y a otros mil años sin posibilidad de acceder a la libertad condicional por el secuestro de las tres mujeres y la hija de Amanda, por violaciones reiteradas y maltratos, y por obligar a abortar a una de ellas.

Con su confesión, Ariel Castro evitó que la Justicia norteamericana lo ejecutara, pero no demoró en infligirse él mismo la pena de muerte. Se ahorcó en su celda de la prisión de Orient, Cleveland, el 3 de septiembre de 2014.

“¡Ayúdenme! Me han secuestrado”: Tres mujeres permanecieron encadenadas en un sótano por más de 10 años y lograron escapar

Para entonces la vivienda de avenida Seymour –donde mantuvo cautivas a sus víctimas– ya no existía. La demolieron el 7 de agosto de 2013. De la “Casa de los horrores” solo quedaron los cimientos.

Al cumplirse dos años de su liberación, Gina DeJesus y Amanda Berry presentaron Hope: A Memoir of Survival in Cleveland (Esperanza: Una memoria de supervivencia en Cleveland), un libro donde –con la ayuda de un periodista– relataron su vida como cautivas de Castro.

“Cuanto más llorábamos y le mostrábamos nuestro dolor y nuestra tristeza, era como si eso le diera más energía, así que tuvimos que aprender a no llorar, no mostrarle nuestro dolor, no mostrarle nuestra rabia”, contó Amanda en esa ocasión.

Michelle, la tercera víctima, no quiso participar en el libro. Un año antes, en coincidencia con el primer aniversario de su rescate, había perdonado públicamente a Castro ante las cámaras de una cadena de televisión:

“Lo perdono, pero nunca podré olvidar. Si yo hiciese algo malo, aunque fuese una pequeña cosa, querría que alguien me perdonara. Así que puedo perdonarlo a él por lo que hizo mal porque así es la vida”, dijo.

Fuente: Infobae.com