Pero para muchas personas de Tailandia, Ekapol, que abandonó su vida monástica hace tres años y poco tiempo después se incorporó a los Jabalíes como asistente del cuerpo técnico, es casi una fuerza divina enviada para proteger a los chicos mientras atraviesan el calvario que les toca vivir. En una ilustración que se viralizó, puede verse a Ekapol sentado en la posición de loto, como hacen los monjes en meditación, con 12 pequeños jabalíes en sus brazos.

Según los oficiales del rescate, Ekapol es uno de los más débiles del grupo, en parte porque en los primeros días les dio a los chicos la ración de comida y de agua que llevaba consigo. También les enseñó a los chicos a meditar y a conservar la mayor cantidad de energía hasta que los encontrasen.

"Si Ekapol no hubiera ido con ellos, ¿qué le habría pasado a mi hijo?", dijo en una entrevista con un canal de televisión tailandés la madre de Pornchai Khamluang, uno de los chicos de la cueva. "Cuando salga, tendremos que ayudarlo a sanar su corazón. Querido Ek, yo nunca te culparía."

Según sus amigos, Ekapol es un huérfano que perdió a sus padres cuando tenía 10 años. Después se inició para ser monje, pero dejó el monasterio para cuidar a su abuela enferma en Mae Sai, al norte de Tailandia. Allí dividió su tiempo trabajando como asistente en el templo del monasterio y entrenando al equipo Moo Pa, que había sido recientemente conformado. Ekapol logró construir una fuerte afinidad con los chicos, muchos de los cuales nacieron pobres o pertenecen a minorías étnicas sin Estado, frecuentes en esa zona fronteriza entre Myanmar y Tailandia.

Fuente: La Nación