¿Puede un gobierno saber cómo votó cada elector en los últimos comicios? ¿Es posible? No sólo es posible, sino que se está haciendo. Probablemente desde hace más de una década. ¿Cómo puedo saber a quién voto mi vecina? Bueno, primero se coteja el padrón electoral y se verifica si fue a votar en las últimas elecciones. Luego se verifica con los datos depositados en distintos sitios para poder linkear a mi vecina con algún candidato.

En internet se configura un campo de batalla de la política moderna. Es un espacio donde absolutamente todos quienes se conectan comparten información sensible con un grupo de extraños: Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat, Google y Whatsapp. Esto se hace en la mayoría de los casos, sin prestar atención a la política de privacidad y permisos diversos que solicitan al conectarnos.

Nuestros datos son vendidos a cambio de dinero y poder. Dinero a cambio de la información necesaria para personalizar las campañas electorales. Poder derivado de ser funcional al arribo de determinado candidato a un cargo. Es sabido que la información en sí misma es poder, un poder que se puede compartir para adquirir más del mismo.

Pero ¿qué ocurre si mi vecina nunca le indicó a ninguna red sus candidatos? Solo el 15 % de la población está interesada en debates políticos. Podríamos decir que ese 15 % está claramente identificado con un espacio político y sus candidatos. ¿Cómo saben a quién voto mi vecina si es parte del 85 %? Lo saben por perfiles que se conforman de acuerdo a la acumulación de todos los datos brindados. Es casi imposible escapar a esto y allí donde alguien puso el nombre de algún candidato en un motor de búsqueda o en alguna red social, entonces ha dado la respuesta. Yo desconozco a quién votó mi vecina o el almacenero. Facebook y Google lo saben. Eso y más.

Otra forma de descubrir a quién voto un ciudadano es enviarle propaganda política de distintos sectores y en algún momento este elegirá abrir la que le interesa o cerrará la que no quiere volver a ver.

Cuando se conoce a quién ha votado cada ciudadano, se utiliza el perfil para producir campañas personalizadas. Se analiza a cuantas elecciones ha asistido a emitir el voto, para comprobar si es un votante regular o esporádico. Luego se analiza su barrio, la manzana en la que vive. Se producen caracterizaciones respecto al ciudadano y su entorno para descubrir por qué vota a quien vota. Se verifica si es una cuestión personal o si es generalizada en determinada manzana. A partir de toda esta información es que un candidato dice al votante lo que quiere escuchar.

Pero en comunicación política no todo es enunciar propuestas por la positiva, sino que es de suma importancia atacar en forma virulenta al candidato opositor. Hay que generar la fantasía de que un candidato es impoluto, que es el encargado de llevarnos a la felicidad eterna, mientras que el otro es la representación misma del mal. El bien es lo puro, lo blanco, lo limpio, lo indignado ante lo diabólico. El bien es los que tienen buenos deseos, aunque sean humanos y se equivoquen. Pero lo importante es que saben reconocer sus errores y retractarse. El mal es lo impuro, lo negro, lo sucio, lo cínico, quienes se regodean con sus equivocaciones y las reivindican, siendo lo importante sostener hasta el final lo insostenible.

Y es así como hay una mente y un equipo, que desde un lugar oscuro comandan un ejército de trolls que atacan a una voz, y en forma violenta, a sus objetivos. El fin último: imponerse en la opinión pública, instalar las frases fuerza, los apodos despectivos y así dejar al candidato opositor enmarcado en el lado oscuro de la política.

El manejo de información sensible de los ciudadanos debería estar regulado por leyes que condenen a quienes vendan información sin un consentimiento explícito de cada uno de nosotros. Debería ser ilegal que vendan mi información sin mi aprobación y en todo caso, deberían también pagar a cada ciudadano que decida entregarla. Quien venda o utilice información sin estos requisitos tiene que ser juzgado penalmente y, en caso de ser funcionario público, debería ser agravada la pena.

¿Se necesita una cámara en la casa de cada votante para espiarlo? ¿Es realmente necesario para obtener información de los ciudadanos? O simplemente es posible que hayamos entregado nuestros datos en forma voluntaria, para luego verificar en las urnas la eficacia de las nuevas herramientas electorales en la era de Internet.