Los clubes de barrio y centros culturales no saben qué inventar: el tarifazo los ahorca cada día más y aunque recorten horarios en sus grillas de funcionamiento no les alcanza para pagar sueldos y facturas de servicios. Todos buscan una solución, algunos ya se arremangaron y están vendiendo comida para llevar.

El Deportivo Villa Elisa queda en Berisso y es un claro ejemplo de ello. “El ahogo financiero es terrible”, sentencia Rafael Irigoiti, en diálogo con El Día.

“En diciembre, casi sin actividad, nos vinieron 9 mil pesos de luz. El agua nos la cobran seis mil pesos, todo mensual. Tenemos las instalaciones activas de 8.30 a 23, pero no sé por cuánto tiempo”, explica el dirigente del club, deslizando la posibilidad de que para ahorrar comiencen a cerrar las puertas.

“El estado de cosas en materia tarifaria nos afecta fuertemente; sobre todo en cuanto a electricidad. Ni siquiera hay recursos en muchas instituciones para modernizar las instalaciones, pasar los focos a LED, renovar el cableado, detalles que permitirían optimizar el uso de la energía”, agrega en ese sentido Juan Carlos Martín, de Comunidad Rural.

 “Nosotros pagamos 16 mil pesos mensuales de luz; conseguimos el asesoramiento de la UNLP para ver de qué maneras se puede avanzar en una optimización del consumo, porque con 300 socios que pagan 30 pesos, y las cuotas deportivas de cada disciplina que rondan otros $300, no es viable llevar adelante toda la estructura de una entidad convocante”, explica el dirigente comunitario.

Las medidas para afrontar este desastre son muchas: sectorizar la iluminación de canchas, acortar horarios de actividades, desactivar las duchas, apagar las calderas o recurrir a nuevas ideas: semanas atrás, el club “19 de Noviembre” de Los Hornos se quedó a oscuras y como no llegaban a pagar la factura tanto directivos como padres salieron a vender pollos. Todo vale a la hora de mantener en pie al club de barrio.